La Batanera, un nombre que resonó en toda la calle, es ahora un dulce recuerdo transformado en el sabor eterno de la tradición y el cariño de nuestra abuela.
"El Batanero" era el sobrenombre que tenía nuestro abuelo. Los apodos se asignaban a las personas según sus características, y estos eran heredados por sus hijos. Nuestro abuelo lo heredó de su padre, Juan Pedro 'El Batanero', este debía su apodo a su trabajo en el batán. El Molino del batán era una fábrica que la que se picaba el esparto. Caravaca siempre ha sido y sigue siendo un importante centro de la industria alpargatera.
La tienda de nuestra abuela se llamaba "Comestibles Domenech", que era el primer apellido de mi abuelo y, por ende, el que todos íbamos a heredar. Sin embargo, "Comestibles Domenech" solo se utilizaba para rotular la fachada e identificar las bolsas, ya que los clientes siempre decían: “Voy a comprar ca’ La Batanera”, e incluso en las facturas, para conocimiento del proveedor, figuraba: “La Batanera”. Por ello, este homenaje a nuestra abuela no podía tener otro nombre que no fuera: “La Batanera”.